miércoles, 28 de agosto de 2013

Sin compás.

Perdida y asustada se negaba a ver la gravedad de la situación. Sonreía a la vez que su corazón estaba hecho añicos. Ya no creía en los demás. no creía en el amor. Vagabundeaba las calles a altas horas de la madrugada. A pesar del suave calor de verano que acariciaba su piel, ella sentía un frío interior que recorría cada rincón de su frágil cuerpo. Ya nada merodeaba por su mente, tan solo retumbaba la alta música que provenía de sus cascos. Caminaba sobre sus propios pasos una y otra vez, sin esperanza alguna de volver a sentir la calidez de un corazón que late al compás de otro.