miércoles, 15 de febrero de 2012

Historias de San Valentin.

Por fin, ha llegado el día. Un día entero tu y yo juntos, solos, nadie más. Estoy impaciente porque suene el timbre de mi puerta para que pases a buscarme. Mientras te espero, me arreglo un poco, algo simple, sencillo sin llamar la atención. Entonces es cuando escucho el timbre y bajo corriendo cual niña ansiosa por abrir los  regalos de su cumpleaños. Pero el mío es el mejor regalo que nadie se puede imaginar, tú. Nada más abrir la puerta me abrazas y me susurras ese ''te quiero'' que podría pintar de color todos mis días grises. Salimos de mi casa, y tu moto nos está esperando aparcada justo enfrente. Nos montamos y colocas  mis manos en tus costillas para que me agarre mientras conduces. Parece un sueño, tu y yo por esa solitaria carretera mientras el aire mueve mi pelo y cada vez te abrazo más fuertemente, como si no quisiera soltarte nunca. Ya hemos llegado, no han sido más que unos escasos diez minutos de trayecto. Y diriges mis pasos hacia una zona que me resulta ciertamente familiar, como si ya hubiese estado allí hace tiempo. Y así es, era ese pequeño establecimiento situado al final de ese estrecho callejón, allí el lugar en el que nos conocimos. Entramos, y tu me coges por la cintura, me acercas a ti y me das un beso muy fuerte en la mejilla. Nos sentamos en una pequeña mesa del pequeño local y pedimos algo para tomar. Hay un silencio, la verdad es que no muy incómodo, me gusta. Mientras juego con las llaves de tu moto entre mis manos, tu fijas los ojos en mi y esbozas una sonrisa de oreja a oreja. Estás hablando cuando de repente escucho un extraño pitido intermitente, por desgracia, abro los ojos. Estoy en mi cama y ese pitido infernal no era otra cosa que mi despertador arruinando un sueño, otro de los muchos que destroza cada mañana.

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